Publicado el Viernes 11 de Agosto 2006
Aquella semilla era como una lenteja, pequeña y café. Un día se partió o se abrió y de ambos costados salió un brote. Tembloroso, temeroso de que en esa tierra árida no fuera visto y lo destruyeran.Así fue. La pisoteó con todas sus fuerzas y no dejó absolutamente nada. La semilla junto al brote fue triturada y ya nada ni nadie la puede hacer revivir.
Me engañó. Creyó que me hacía tonta y me mintió. Fue algo tan simple. Pillar a un mentiroso es más fácil que pillar a un ladrón. Y yo lo pillé.
Lo llamé una noche, como las anteriores. Su celular estaba apagado, por lo que entendí que NO quería hablar conmigo. Días antes me había dicho que había devuelto su conexión a Internet y que estaba incomunicado. Había quedado sin trabajo y no podía solventar el Internet (aunque antes me había dicho que estaba probando la conexión y que tenía el acceso gratuito por un mes). Le hice creer que me había tragado esa excusa y mis oídos estaban atentos a cualquier insinuación que me indicara que sí tenía conexión. Me bastó sólo con llegar a mi trabajo. Ingresar datos falsos en la página busca pareja donde lo conocí y ahí ví que estaba conectado... luego abrí el messenger con una casilla ficticia y lo invité a conversar... cuando apareció el cuadrado celeste en la parte inferior de la pantalla creí morir. Mi corazón palpitaba incesantemente, sintiendo muchas cosas a la vez. Le hablé como si fuera una desconocida. Ahí... en ese mismo momento comprendí que me tenía sin admisión y que me había mentido.
La mentira destroza las relaciones. Esto estaba comenzando y por lo mismo si me hacía esto ahora, qué quedaría para después? No puedo seguir con él. No puedo vivir con la duda incesante. Por salud mental debo dejarlo. Aunque sintiera que era todo lo que yo buscaba... esta vez seré yo quien le diga Adiós y deje pasar a un hombre que ni siquiera mereció una sola caricia que le brindé. Estoy tan dolida, tan decepcionada y a la vez tan agradecida con Dios que me dio la inteligencia necesaria para pillarlo en algo tan simple.
Ya no quiero saber más de él. Nunca me ha gustado que me mientan y menos que me engañen. Ya veo que no merece ni una lágrima mía. No lo odio, sino que lo compadezco. Se perdió una gran mujer... y como sé que lo dejé marcado... también sé que lo lamentará el resto de sus días.
La semilla fue aplastada sin miramientos, por mi propio pié.
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